Expertos de la Universidad de Harvard realizaron 16 revisiones de los resultados de un estudio desarrollado en 1993 por la Universidad de California en Irvine, según el cual poner a un bebé antes de nacer, o poco tiempo después, a escuchar música de Mozart, lo estimulaba a tal punto que le incrementaba su coeficiente intelectual.
Los investigadores de Harvard concluyeron que el llamado Efecto Mozart no es real. Al menos no a largo plazo: los pocos beneficios que observaron duraron un máximo de 20 minutos. El problema es que los resultados del estudio de la Universidad de California jamás se pudieron reproducir.
Los de Harvard utilizaron un metanálisis para demostrar que cualquier mejora cognitiva a partir de la música de Mozart es pequeña y no refleja ningún cambio en el coeficiente intelectual o la capacidad de razonamiento en general, sino que se deriva del rendimiento en un tipo específico de tarea cognitiva y tiene una explicación neurosicológica simple.
Aunque el ‘efecto Mozart’ no tenga base científica, no se puede negar que por más de 20 años fue un buen negocio puesto que los derechos de autor de Mozart habían caducado en 1861.
Gustavo Enrique Bossio Jiménez
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